Gabriel Ballesteros. cardiologo electrofisiologo del Hospital El Ángel
Gabriel Ballesteros. cardiologo electrofisiologo del Hospital El Ángel
«La mayoría de las arritmias permite llevar una vida normal con un tratamiento adecuado, incluso algunas se pueden curar», explica Gabriel Ballesteros, cardiólogo electrofisiólogo del hospital El Ángel y del Hospital Regional. Es importante diagnosticarlas porque algunas pueden tener consecuencias muy graves, como muerte súbita o ictus.
-¿Qué es una arritmia y cómo se diagnostica?
-El corazón es una bomba, cuya función principal es mantener la sangre en circulación todo el tiempo. Cuando hay alguna patología que altera ese marcapasos natural el corazón se pone muy lento o muy irregular o muy rápido. Todo eso son arritmias.
-Pero hay más cosas que hacen que el corazón vaya más rápido.
-Efectivamente, el corazón en condiciones normales es muy reactivo. Cuando uno duerme puede tener 40 pulsaciones y es normal, y haciendo deporte o estando nervioso puede estar a 180 latidos por minuto y eso también es normal. Las arritmias cambian el ritmo bruscamente.
-¿Qué pruebas hay que hacer para diagnosticar una arritmia?
-Casi lo más importante es hablar con el médico, porque en el 80% de los casos se hace preguntando a la persona y con un examen físico. La prueba básica para diagnosticarlas es un electrocardiograma, pero como son reacciones pasajeras, a veces, cuando llega la persona ya no la nota y lo que da el diagnóstico es hablar con el médico. A partir de ahí hay un abanico de pruebas: desde una ecografía del corazón a resonancias cardiacas o cateterismos para ver cómo están las arterias. Todo eso es para ver si el paciente tiene una enfermedad del corazón de base que sea causa de arritmias. Y hay pruebas más específicas de monitorización, como el holter, que es como un electrocardiograma, pero que dura 24 horas o varios días. Tenemos incluso unos holter en miniatura que se implantan debajo de la piel y se pueden mantener durante años. Son para personas que sospechamos que tienen una arritmia que puede ser grave o importante, pero que le ocurre una vez cada tres meses, por ejemplo. Eso antes era imposible saberlo.
-¿En las pruebas se distingue si los latidos rápidos son por nerviosismo o si hay una arritmia?
-Sí, sí. La persona puede tener el corazón un poco más rápido, pero nosotros con un electrocardiograma podemos ver si es rápido y normal, que puede ser por nerviosismo, o rápido y anormal, que sería una arritmia.
-¿Qué signos deberían alertarnos y hacernos ir al médico?
-Las palpitaciones en un contexto de estrés pueden ser normales. Cuando hay cambios bruscos en la frecuencia del corazón o exagerados… uno puede estar estresado, pero 180 latidos por minutos estando quieto es muy raro.
-¿Se pueden prevenir? ¿Hay algún componente hereditario?
-Lo primero sería evitar tener un corazón enfermo, porque eso provoca secundariamente arritmias. La enfermedad más prevalente en el espectro del corazón es la cardiopatía isquémica, anginas de pecho, infartos, que básicamente es un problema de las arterias del corazón. Estos pacientes tienen arritmias con más frecuencia y, además, más graves. Y la forma de prevenir eso es una vida saludable. El resto de las arritmias difícilmente son prevenibles, porque o bien son por una enfermedad genética o son problemas puramente eléctricos del corazón. Aunque no se puedan prevenir, se pueden tratar e incluso se pueden curar.
-¿Hay arritmias que pueden producir una muerte súbita en deportistas?
-Muerte súbita puede ser provocada por varias causas. Las arritmias son la principal y es lo primero que hay que descartar. Hay personas aparentemente sanas pueden tener enfermedades genéticas que provoquen arritmias. Si la persona consigue recuperarse hay que estudiarla y si no, hay que estudiar a los familiares de primer grado al tratarse de causas genéticas.
-¿Hay que hacerse un reconocimiento para practicar deporte?
-Hay bastante debate con esto, porque habría que estudiar a casi toda la población. Para deporte moderado no competitivo no hay que hacerse nada. Y para el competitivo o extenuante una evaluación cardiológica, un electrocardiograma y, si el cardiólogo lo considera, un ecocardiograma. A veces pedimos una prueba de esfuerzo, pero no necesariamente se la tienen que hacer todos los deportistas.
-¿Y la muerte súbita en niños también es por arritmias?
-La muerte súbita en niños pequeños es muy compleja. Ahí sí que hay muerte súbita en niños que aparentemente no tienen nada que ver con lo cardiaco, pero también hay síndromes genéticos que provocan arritmias graves, potencialmente mortales en niños pequeños. En esos casos también hay que estudiar a los familiares de primer grado.
-¿Cuál es la arritmia más frecuente y cómo se trata?
-Hay arritmias que son muy frecuentes, pero tienen poca o ninguna importancia clínica. De las que tienen mucha importancia la más frecuente es la fibrilación auricular, que es la más haitual, sobre todo a partir de los 50 o 60 años. El tratamiento va dirigido primero a prevenir las complicaciones, porque puede provocar insuficiencia cardiaca y es además una de las principales causas de ictus, habitualmente graves, con muchas secuelas. Se trata con medicación o con lo que llamamos ablación, que son unos cateterismos especiales.
-¿Tienen buen pronóstico?
-La fibrilación auricular no es típicamente una arritmia benigna, tiene complicaciones. Puede provocar ictus, embolias, aumenta la probabilidad de mortalidad en la gente que la padece. Pero bien tratadas el pronóstico es bueno y la persona vive lo que tiene que vivir, y en muchos casos con la ablación podemos incluso quitar la fibrilación auricular
-¿Se cura?
-Puede curarse, pero no en todos los casos. Cuando el tratamiento curativo no es una opción hay que procurar es evitar las complicaciones.
-¿Cuándo está indicado un marcapasos?
-Para personas que tengan un ritmo patológico y lento del corazón.
-¿Qué porcentaje de arritmias o bien se curar o con un tratamiento permiten una vida normal?
-La mayoría. Curar, dependiendo de qué tipo de arritmias hablemos, algunas en un 50% y otras en un 98%. Pero todas, incluso las que no se pueden curar, merece la pena tratarlas, porque muchas veces con ese tratamiento la persona puede hacer una vida normal.